El Espíritu Santo fue enviado por Jesús y es tan real, que resulta vital mejorar nuestra relación con Él.
El Espíritu Santo descendió como paloma sobre Jesús, pero no es una paloma. Apareció como llama sobre la cabeza de los discípulos, pero no es fuego. Embriaga como vino, pero no es vino; unge como aceite, pero no es aceite; se siente como un soplo, pero no es viento; y nos llena con ríos de vida, pero no es agua. El Espíritu Santo es una persona divina, parte de la Trinidad. Él habla, escucha y te anhela. Guía, enseña, recuerda e intercede por ti. Puede llegar a sentir gozo, celos, enojo o tristeza. Él desea intensamente que mejores tu relación con Él.
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